Que no nos gane el voto de protesta

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Esta semana aproveché para volver unos días a Cusco en medio de sus fiestas jubilares. Todo un mes de celebraciones que las fuerzas vivas de la economía aprovechan para repuntar y equilibrar el resto del año. Conversando con la gente, el panorama no puede ser más desolador. Hay movimiento, pero nada que se le parezca a lo que tuvimos antes de la pandemia… y de los estallidos sociales.

Las violentas protestas a finales de 2022 y durante el primer trimestre de 2023, que provocaron el cierre de negocios y daños a la propiedad pública, generaron pérdidas superiores a 4 mil millones de soles. Sus consecuencias aún las seguimos pagando. Es lo que le puede pasar al país en su conjunto, si seguimos el camino del enfrentamiento, de la falta de objetivos nacionales, de la ausencia de diálogo, que solo nos conducirá, una vez más, a desfogarnos en las ánforas con un voto de protesta.

Estamos en la antesala de un proceso electoral crucial. En menos de dos años, si la situación actual no se desbarranca antes, elegiremos a un nuevo gobierno que no será fruto del consenso, sino del fraccionamiento político y de la necedad de renunciar a trabajar por la unidad.

En las últimas décadas, el electorado peruano ha tendido a elegir el “mal menor”, votando más en contra de los candidatos que a favor de propuestas concretas y viables. Esta tendencia, alimentada por la desilusión y el descontento generalizados, ha llevado a la presidencia a candidatos que, una vez en el poder, no han logrado cumplir con las expectativas, alimentando el círculo vicioso del descontento.

Hoy la popularidad del Gobierno y el Congreso se encuentran en niveles alarmantemente bajos, lo que refleja el hartazgo de una población agobiada por la inseguridad, la informalidad, la falta de empleo y la pésima calidad de los servicios públicos.

Estamos últimos en la prueba PISA de pensamiento creativo y una carta de la OCDE nos advierte que el Perú no podrá acceder a este club de países desarrollados si no fortalecemos nuestra seguridad jurídica y los instrumentos legales anticorrupción. Son llamados de atención que no podemos ignorar.

Sin embargo, en lugar de avanzar en estas áreas críticas, nos encontramos en un caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de propuestas demagógicas y populistas. Estas promesas fáciles y soluciones rápidas suelen ser música para los oídos de una población desesperada, pero históricamente han demostrado ser un espejismo que solo agrava nuestros problemas a largo plazo.

La fiebre de “candidatitis” que vemos en los partidos políticos dificulta la formación de consensos, además de exacerbar las divisiones y la ineficacia. Este es un escenario que corremos el riesgo de repetir si no aprendemos de nuestros errores pasados. La proliferación de partidos y candidatos dispersa el voto, diluye las propuestas serias y hace extremadamente difícil la tarea de gobernar.

¿Es acaso tan difícil ponernos de acuerdo en cuatro políticas de Estado para sacar el Perú adelante? 1. Educación de calidad, 2. Salud para evitar que la gente se siga muriendo por enfermedades atendibles, 3. Apoyo a las pymes para forjar una cultura emprendedora y 4. Seguridad jurídica para atraer inversiones que generen empleo. Esa es la responsabilidad hoy de los políticos.

Y por el lado de los ciudadanos también hay corresponsabilidades. Debemos resistir la tentación de votar únicamente como una forma de protesta contra el sistema actual. Un voto de protesta puede parecer un acto de rebeldía, pero en realidad es una renuncia a nuestra responsabilidad de elegir líderes competentes y comprometidos con el bienestar del país.

Exijamos más a nuestros políticos, pero también a nosotros mismos. Exijamos programas claros, realistas y viables. Exijamos transparencia, integridad y un compromiso genuino con el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas. Solo así podremos romper el ciclo vicioso del “mal menor”. No dejemos que nos gane el voto de protesta.

Columna de opinión publicada en Expreso, martes 25 de junio de 2024

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