El nacimiento de Cristo es una oportunidad para reflexionar sobre el significado del regalo más lindo que nos ha dado el Creador: su hijo. Su llegada al mundo nos llena de esperanza, de fe y de regocijo frente a las adversidades que la vida presenta. La Navidad nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, es posible la luz.
Los peruanos sabemos sobreponernos a esas adversidades. Tenemos un espíritu resiliente y emprendedor, una mezcla de todas las sangres que nos ha permitido enfrentar las más severas dificultades naturales, económicas y políticas. Hemos superado terremotos, fenómenos climatológicos, crisis económicas, terrorismo y momentos de tensión social porque en nuestro ADN está la capacidad de levantarnos una y otra vez.
El próximo año, sin embargo, nos enfrentaremos a una prueba mayor. Esta vez no se trata de un fenómeno externo, sino de nosotros mismos. La prueba de ser capaces de construir la unidad y de enfrentar el proceso electoral con madurez, guiados por ideas y propuestas que nos permitan construir un país mejor. La pregunta que debemos hacernos es si estamos dispuestos a dejar atrás las divisiones y el enfrentamiento para dar paso a un futuro más esperanzador.
Hoy tenemos casi 60 partidos inscritos para competir en las elecciones. Este exceso de fragmentación no solo refleja la falta de cohesión en nuestra clase política, sino también la necesidad urgente de construir proyectos colectivos, donde las diferencias se transformen en riqueza y no en obstáculos. La Navidad, con su mensaje de entrega y reconciliación, nos invita a reflexionar: ¿cómo podemos regalarle al Perú un año electoral diferente, centrado en las propuestas y en la unidad?
Que el 2025 sea un tiempo de contienda democrática, de confrontación de ideas, de debate sobre nuestros sueños, y no de enfrentamientos ni ataques. Durante mucho tiempo, hemos votado movidos por el rechazo o el miedo, eligiendo “en contra de” y no “a favor de”. Esa dinámica nos ha conducido a un estancamiento donde las soluciones parecen siempre temporales y las divisiones, permanentes.
El primer paso hacia el cambio es forjar la unidad. Una unidad que no significa uniformidad ni ausencia de críticas, sino un compromiso compartido con los principios democráticos, el respeto mutuo y el bien común. En un mundo cada vez más dividido y enfrentado, los peruanos no podemos darnos el lujo de seguir ese camino de odio y desconfianza.
Que el nacimiento de Cristo sirva para alumbrar no solo la senda de la fe y la esperanza, sino también la de la unidad en democracia. Que sea el momento de reconciliarnos, de escuchar al otro, de entender que el verdadero regalo que podemos darnos como sociedad es la construcción de un futuro compartido.
En esta Navidad, regalémonos paz y esperanza. Que estas fiestas sean un punto de partida para un 2025 donde todos los peruanos, independientemente de nuestras diferencias, trabajemos juntos por un país más justo, más unido y próspero. La unidad no es un sueño imposible; es una tarea que comienza con pequeños actos de reconciliación y buena voluntad.
Ojalá en las próximas elecciones votemos “en favor de” y no “en contra de”. Feliz Navidad y un 2025 lleno de esperanza para todos los peruanos.