Al Gobierno no se llega a aprender. Se llega a ejecutar lo aprendido. Se aprende en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en el desempeño profesional, en la vida; pero no en el ejercicio del Gobierno. El Perú no puede ser una escuela para el ensayo-error. Si hubo alguien que entendió este concepto básico de la política fue el dos veces presidente Fernando Belaunde Terry.
La carretera marginal incorporó 1.5 millones de áreas agrícolas, rompiendo el aislamiento de la selva. Emprendió un vasto programa de vivienda social con conjuntos habitacionales en diversos lugares del Perú. Amplió y equipó casi todos los hospitales de Lima y de provincias. Reabrió los puertos de Salaverry y Matarani. Inauguró los puertos fluviales de Yurimaguas y Pucallpa. Mejoró el de Puerto Maldonado. Rehabilitó el ferrocarril central.
Impulsó la principal fuente generadora de energía eléctrica del Perú, la central hidroeléctrica Santiago Antúnez de Mayolo, que produce cerca del 20 % de toda la energía eléctrica generada en el país. Construyó la central térmica de Santa Rosa. Inauguró la segunda etapa de la Central Machu Picchu. Construyó la represa de Condoroma en Arequipa. Inició la construcción de la represa de Gallito Ciego. La segunda etapa de la irrigación Chira-Piura. Y miles de obras más. ¿Por qué lo hizo? Porque se preparó para ello. Porque sabía qué necesitaba el país y cómo hacerlo.
Antes de ser diputado —por el Frente Democrático, en 1945— Fernando Belaunde estudió el sistema de propiedad y el desarrollo urbano habitacional que hasta entonces no permitía individualizar la propiedad vertical, lo que impedía desarrollar edificios y conjuntos habitacionales de vivienda. Estudiado el problema, propuso la solución a través de una iniciativa legislativa.
Cuando en 1955 se creó la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, y él fue elegido su primer decano, fundó la revista El Arquitecto Peruano para estudiar el país y proponer alternativas y modelos de solución a la planificación del territorio y el desarrollo urbano. Estudió el país desde sus raíces y, con la ayuda de una generación de brillantes profesionales, nuevamente, aportó soluciones creativas.
En 1956, al presentar por primera vez su candidatura a la presidencia de la República, impulsado por un grupo de jóvenes de distintas profesiones, Belaunde los instó —antes que pensar en las curules del poder— a estudiar la problemática nacional y encontrar soluciones para modernizar el país. Así nació, por ejemplo, la nueva ley electoral que propuso un joven Javier Alva Orlandini.
Al terminar su segundo mandato, siendo ya un hombre mayor, Belaunde fundó la Asociación Perú, institución en la que cada lunes programaba charlas sectoriales y debates sobre diversos aspectos de lo que hoy se conoce como la gestión pública. Belaunde estudió al Perú toda la vida, pero no llegó al poder sin propuestas. Todo lo contrario, sabía exactamente qué hacer en cada uno de los sectores.
Por esta razón, gobernar es solucionar problemas, no crearlos; mucho menos, ignorarlos.
Desde el primer día de gestión se requiere un equipo de gobierno para evitar trabajar solo o con un gabinete en la sombra. Nadie puede ufanarse de cargar solo las pesadas andas del Gobierno. Se necesita un conjunto de profesionales preparados para desempeñar los distintos roles y puestos que tiene el poder. Colocar gente incompetente en el Gobierno, no preparada o, peor aún, con antecedentes policiales, judiciales o penales, es traicionar la voluntad popular que espera resultados inmediatos.
La escuela que nos dejó Belaunde es clara: estudiar el Perú para solucionar sus problemas. No llegar al Gobierno para aprender. Los resultados y trastadas que vemos ahora son la mejor lección que pueden tener las nuevas generaciones —y con mayor responsabilidad y obligación quienes enarbolan la bandera de Acción Popular— que aspiran ingresar a la arena política. Recuerden que antes de asumir un compromiso está la tarea de estudiar al Perú para solucionar sus problemas. Un problema, una solución.
Fuente: Diario Expreso