La semana pasada fue noticia la reapertura del aeropuerto de Puno. Tres meses después de haber sido dañado por vándalos violentos que paralizaron la región y ocasionaron más de 300 millones de soles en pérdidas. No hay forma de generar desarrollo por esa vía.
Lo sabe Bolivia que duplicó su capacidad de endeudamiento y comprometió hasta el 80 % de su PBI, subsidió el precio del gas congelándolo desde el 2005 y se acerca hoy a la bancarrota, sin que nadie en el mundo quiera prestarle un dólar para equilibrar su presupuesto. Desde el 2014, la inversión extranjera directa en ese país alcanzó menos del 1 % del PBI.
Todo lo contrario al camino seguido por el Perú. Veintiún años atrás, mientras asumimos responsabilidades de Gobierno, se creó en nuestro país, ProInversión, resultado de una visión diferente de la economía, con un acento en la promoción de la inversión privada en un contexto de crecimiento de la economía global.
En estas dos primeras décadas, el país logró mediante adjudicaciones y asociaciones público-privadas más de US$ 36 mil millones de inversión. De los más de 500 proyectos adjudicados desde el 2009 —cuando entró en vigor el mecanismo de obras por impuestos— más del 28 % de las obras correspondió a Educación.
El crecimiento económico es la base para el desarrollo, por eso, es necesario que se traduzca en mejoras tangibles en la vida de las personas, como la reducción de la pobreza, mejora de la salud y la educación, acceso a servicios básicos y protección del medio ambiente.
«No hay manera de sacar adelante a un país si no hay inversión y el gran ejecutor de ese motor es el inversionista privado».
Como emprendedor educativo con más de cincuenta años en el rubro, no puedo dejar de subrayar que invertir en Educación es lo más importante y debe ser un compromiso del Estado y del sector privado. La habilitación y el mejoramiento de la infraestructura y el equipamiento de instituciones educativas en sus diferentes niveles, es un objetivo impostergable para desarrollar el capital humano.
¿Cuánto debe crecer un país para convertir ese crecimiento en desarrollo? Depende mucho de la naturaleza de los países, pero en economías marginales como la nuestra, la aguja del PBI anual debiera fluctuar entre 6 % y 7 %.
La tasa de crecimiento económico de un país no depende ni de discursos inflamados, ni de medidas populistas, como estamos viendo en Bolivia, cuya ideología se infiltró en el sur peruano. Depende de una variedad de factores concretos, como la inversión en infraestructura y tecnología, el desarrollo del capital humano, el acceso a recursos naturales, la estabilidad política y la apertura al comercio internacional.
Para garantizar la atracción de inversiones en un país como el nuestro, es necesario, además, crear un entorno político, económico y social favorable para los inversionistas, que promueva la estabilidad, la predictibilidad y la transparencia, y que ofrezca incentivos y beneficios para todos.
Debemos entender que no hay manera de sacar adelante un país si no hay inversión y el gran ejecutor de ese motor es el inversionista privado. Por lo tanto, necesitamos romper el tabú que tenemos de que todo lo que es privado es malo. Y el Estado, por su parte, debe ser más transparente y utilizar adecuadamente la recaudación para revertir la pobreza y el subdesarrollo que tiene el Perú profundo.
Si la inversión es el principal motor de desarrollo es claro que el primer consenso que debemos asumir los peruanos es acelerar su marcha para mejorar la calidad de vida y el bienestar de la población en términos económicos, sociales y ambientales.
Artículo de opinión de Raúl Diez Canseco publicado en Expreso, martes 2 de mayo de 2023
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