Introducción
Recuerdo, como si fuera ayer, el momento en que se gestó un proyecto educativo por el que nadie apostaba ni creía, ni daba un centavo. Y, sin embargo, mientras mis amigos se preparaban para disfrutar a todo dar del clima estival, del mar y la playa, tomé la determinación, junto con otros dos compañeros, de crear una academia para preparar a los jóvenes que buscaban un puesto en el pregrado de la universidad donde estudiaba. Lo hice para ayudar a mi familia que se encontraba en dificultades económicas por la pérdida del trabajo de mi padre. Así nació la Academia Preuniversitaria San Ignacio de Loyola.
Transcurría el último trimestre de 1968 y el Perú había caído bajo la férula de un régimen militar que derrocó al gobierno democrático encabezado por el presidente Fernando Belaunde Terry. El año 2013, celebramos el 45 aniversario de aquella fecha memorable en que pusimos los cimientos y comenzamos a edificar lo que hoy es la Corporación Educativa San Ignacio de Loyola, que agrupa a diversas instituciones vinculadas al sector educativo, desde el nivel básico, técnico y superior, hasta una escuela de posgrado.
Menciono este aniversario institucional como un hito en el largo, laborioso y apasionante camino recorrido. Un camino que nos permite inspirarnos para observar el futuro con visión, audacia y esperanza. Igualmente, me gustaría que cada aniversario de USIL nos ayudara a tener más seguridad y confianza en un destino unido al espíritu emprendedor. Este espíritu de superación, no obstante los vaivenes financieros y la inestabilidad económica global, sigue y seguirá impulsando aún más el avance de la ciencia, la tecnología y la economía del conocimiento.
¿Por qué aludo a este episodio muy personal e institucional? Porque intento demostrar a los jóvenes con hechos tangibles que es posible empinarse desde cero, hacer realidad nuestros sueños y proyectos y abrazar el triunfo, alcanzar la meta anhelada. No tenía capital financiero cuando comencé; sin embargo, como contraparte, tenía muchas ganas y sobre todo fe en mí mismo y en mis sueños. Estaba convencido de que triunfaríamos, pero no imaginaba hasta dónde y cómo ampliaríamos nuestro emprendimiento inicial.
Estas reflexiones se orientan al emprendedor peruano, especialmente a los más jóvenes, a quienes me dirijo con todo cariño. De alguna manera, todos somos emprendedores porque en nuestras vidas emprendemos algo: una inquietud profesional, una iniciativa social, una aventura, etcétera. Pero, sin duda, son los jóvenes los llamados a arriesgar más porque simplemente está en juego su futuro. Un futuro que puede ser decisivo para el país. Y el Perú es una tierra de emprendedores. Eso es lo mejor de este país.
Mi propuesta, que pasa por la educación y la cultura emprendedora, hace un llamado al emprendedor empresario y al emprendedor social. Si nosotros lo hicimos, ¿por qué no podrían hacerlo otros cientos de miles de personas de cualquier punto del país o del mundo, imbuidas de conocimientos, experiencia y de un inquebrantable deseo de superación? Inténtalo desde hoy, joven emprendedor, sabiendo qué quieres hacer y hacia dónde vas. El primer paso siempre cuesta, según el proverbio chino; pero el que sabe dónde está el norte, conoce la senda que debe seguir. Lo contrario es recorrer un sendero errado, el de los indecisos. Después de todo, el emprendimiento es fruto de una decisión íntima, basada en las virtudes del emprendedor, factores que impulsan decisiones de riesgo que siempre conllevan una estrategia.
Para emprender, tenemos que tener una estrategia. Todo ello implica un sueño, una visión, un proyecto de vida y, al mismo tiempo, un plan de vuelo, una hoja de ruta que permita arribar al destino programado.
Por muchos años impulsamos la educación emprendedora como el soporte educativo para los tiempos de cambios que vive el mundo. Se trata de un modelo educativo promotor de una cultura emprendedora que inculca, desde el nivel inicial hasta los niveles de posgrado, la importancia de la generación del autoempleo y del vuelo propio para la consolidación de una sociedad de progreso, crecimiento armónico y desarrollo sostenido.
Ahora, tras larga ejecutoria académico-empresarial, estoy convencido de que la cultura emprendedora es, decididamente, la palanca que mueve y moverá al mundo y el ser empresario la mejor respuesta para crear riqueza y gestarla en beneficio de las personas. De allí mi compromiso social y ético con la mejora constante del sistema educativo a través del emprendimiento. Se trata de un concepto que fusiona y desarrolla de manera proactiva la ciencia con la emoción, la personalidad y la cultura a la hora de acometer un proyecto de negocios o una iniciativa social.
Tal vez esta convicción, puesta en práctica en tiempos buenos y malos, ha sido determinante para que en el año 2000 se me conceda el Premio a la Excelencia en Empresariado Social otorgado por la Unidad de Micro Empresa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Y, diez años más tarde, en Bombay (India), el 19 de septiembre de 2010, se reconozca al emprendimiento peruano, cuando recibí Premio Mundial de la Global Awards de la Priyadarshni Academy.
En aquella fecha no pude dejar de impresionarme por la solemnidad del evento en que se me concedió el mencionado premio, considerado el Nobel indio por el mundo oriental; y, al mismo tiempo, me emocioné cuando escuché el nombre del Perú, el país de los Incas, ante la ovación de cerca de mil personas, entre las que destacaban líderes sociales y personalidades del campo empresarial y político de la India.
El mensaje siempre es uno: insistamos en la educación emprendedora para forjar empresarios que cambien el mapa productivo de un país y, al mismo tiempo, formen ciudadanos globales, solidarios y comprometidos con el progreso de su sociedad y nación. Tomando nota de este enfoque, déjenme contarles por qué acepté, no de buen talante, la sugerencia de mis editores para relatar, a modo de autobiografía, algunas pinceladas de mi larga trayectoria como emprendedor y gestor de negocios desde los 20 años de edad.
En tal sentido, es valiosa la información que detalla la forma en que logramos “importar” una de las franquicias más famosas e importantes de Estados Unidos y del mundo: la de Kentucky Fried Chicken, conocida ahora simplemente como “KFC”. De la misma forma, creo que es de interés para el lector tomar nota sobre lo mucho que se puede hacer cuando se tiene responsabilidades públicas para innovar y transformar un Estado jurásico en un Estado emprendedor.
El mensaje que quiero transmitir en los capítulos de este libro, más allá de la revisión de algunos pasajes de mi experiencia empresarial, es que la convicción y la pasión que uno le pone a un proyecto y la energía creativa que emerge de esa fuerza motora que es el espíritu emprendedor, son factores de capital importancia para el logro de todo lo que nos proponemos. Naturalmente, también entran a tallar otras características como la inspiración que brota súbitamente, el instinto innato, la mirada diferente, la audacia y mucho más. Todo ello completa el circuito virtuoso del arte de emprender.
En lo personal, queridos amigos, debo confesarles dos temas: lo primero es que no tengo ningún propósito pedagógico o académico; lo segundo es que he tenido la suerte de conocer a miles de personas, gente de toda generación, género, condición y estación. Con todo, me he sentido más feliz y a gusto con aquellas personas de “breves y simples anales”, según el decir del poeta inglés Thomas Gray. Soy un convencido de la importancia de los afectos humanos. Sin duda, este clima de amistad en el trabajo y en el emprendimiento me ha favorecido ampliamente en más de cuatro décadas de experiencia empresarial. Las personas que trabajan a mi lado son mis amigos, mi familia.
Expreso, por ello, mi gratitud eterna a todos. De la misma manera, a los colaboradores que me han ayudado a hacer posible esta nueva propuesta editorial. Y a ti, joven emprendedor, porque este libro se escribió pensando en ti, en tus sueños y en el futuro que tienes que construir por el bien del Perú.
Raúl Diez Canseco Terry
Abril de 2014
Lea aquí extractos del libro «El arte de Emprender» de Raúl Diez Canseco Terry