Por Raúl Diez Canseco
En el mundo actual en permanente cambio, el crecimiento exponencial del conocimiento, la ciencia y la globalización de la tecnología, favorecen la construcción de una cultura emprendedora, entendida como la actitud de apertura que se nutre de la innovación.
La educación emprendedora transforma a las sociedades que aprenden y generan sus recursos de manera eficiente, alcanzando así una posición relevante dentro del entorno económico nacional e internacional.
La educación, que no es ajena a tal dinámica, es el soporte fundamental para superar los desafíos, consolidar una sociedad democrática, superar las desigualdades y construir las vías de desarrollo que promuevan la inserción del país en el nuevo orden global.
La educación emprendedora constituye el vehículo ideal para promover entre los jóvenes el desarrollo de una cultura para el emprendimiento. En esta, la innovación, el liderazgo y la cooperación son los ingredientes fundamentales para alcanzar una empresa exitosa. Para ello debemos articular la educación y las demandas sociales, fomentando una formación integral del ser humano que convierta a la escuela en un espacio de experimentación, innovación e investigación.
La educación emprendedora es el catalizador de las potencialidades humanas. Y es preciso considerarla como la principal herramienta para el progreso de nuestra sociedad.
Es indispensable que las sociedades y sus organizaciones asuman su rol educador y se conviertan en sociedades abiertas al aprendizaje y la información. Todo ello en el marco de una educación para la prevención de la violencia y el fomento del desarrollo, trascendiendo lo meramente instructivo hasta buscar, a través de ella, el desarrollo de nuestras capacidades.
Hoy en día la calidad en el sistema educativo ya no se evidencia en la acumulación de conocimiento sino más bien en la formación de competencias para la vida y la pertinencia de dicha formación en función a un contexto nacional, regional y local. Tenemos que educar para las necesidades del Perú.
Nuestra tarea consiste en formar a nuestros niños, jóvenes y adultos en el emprendimiento, la identificación y el aprovechamiento de oportunidades. Una educación de calidad debe garantizar la equidad para el ejercicio pleno de la ciudadanía. Ello implica formar ciudadanos competentes que alcancen su propio desarrollo personal y sean capaces de generar nuevos espacios laborales.
Raúl Diez Canseco Terry. El arte de emprender, quinta edición, Universidad San Ignacio de Loyola. Lima, 2014.