Los debates sobre la digitalización de la educación y la posible aparición de nuevos modelos de escolarización híbridos –o exclusivamente virtuales– se hallan en el centro de atención del mundo educativo. Los ordenadores ya se utilizan en millones de aulas y hogares; los teléfonos móviles y tabletas se emplean cada vez más en diversos ámbitos educativos y desempeñan un papel fundamental en los entornos más pobres y rurales, donde hay menos ordenadores personales disponibles.
Es cierto que las infraestructuras digitales hacen que nos conectemos mejor y más rápidamente. Sin embargo, las “brechas digitales” persisten tanto en términos de acceso a internet como en las capacidades y competencias necesarias para aprovechar esas tecnologías con fines educativos. Es decir, ofrecen un gran potencial emancipador y, simultáneamente, acarrean grandes impactos y riesgos.
La alfabetización digital, los dispositivos, las plataformas y el ancho de banda están distribuidos de manera desigual entre los países, y dentro de cada uno en particular, se tiende a ignorar a quienes viven en zonas pobres. Dicha población se encuentra fuera del radar de las grandes plataformas y, desde luego, escapa a sus técnicas de medición, almacenamiento y análisis.
La internet, el correo electrónico, los datos móviles, la transmisión de video y audio –y una serie de recursos de colaboración– vienen generando un sinnúmero de oportunidades y enormes posibilidades de autoaprendizaje con implicaciones a nivel mundial.
Una de las dramáticas situaciones de la pandemia se produjo cuando las escuelas cerraron y solo quienes tuvieron conexión y acceso a competencias digitales pudieron seguir aprendiendo a distancia y beneficiarse con información vital en tiempo real.
«La alfabetización no solo consiste en saber emplear un aparato electrónico; también significa entender cómo ese uso puede hacer que la vida mejore».
Mientras tanto, aquellos que no gozaron de esas herramientas quedaron atrás en el aprendizaje y perdieron los beneficios que aportan los centros de enseñanza físicos.
Lamentablemente, las tecnologías digitales propias del mundo desarrollado han privilegiado los conocimientos generados por el mundo occidental, marginando los saberes provenientes de las culturas nativas y autóctonas. Este olvido de las formas de conocimiento no tecnológicas ha privado a la humanidad de un vasto y diverso repertorio de saberes sobre el ser humano, la naturaleza, el medio ambiente y la cosmología.
Como resultado de esa brecha digital, han aumentado las diferencias en las oportunidades y los resultados educativos entre los países y dentro de ellos. La prioridad es, por lo tanto, cerrar esa brecha y considerar la alfabetización digital para estudiantes y profesores.
No es suficiente una digitalización inclusiva simplista, sino que exige un compromiso público más complejo con las maneras en que la transformación digital puede ser usada para apoyar la educación. La alfabetización no solo consiste en saber emplear un aparato electrónico; también significa entender cómo ese uso puede hacer que la vida mejore.
Invertir en alfabetización digital es invertir en el futuro. Es importante que todas las personas tengan las mismas oportunidades de acceso a internet y que sepan cómo usar las nuevas tecnologías en el día a día. Actuemos para que, llegado el momento, nos reinventemos. Lo que quiero decir es que debemos estar motivados, preparados y en alerta para el nuevo escenario.
Tomado del libro “Educación con futuro. Libertad y valores” de Raúl Diez Canseco Terry.
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