Esta semana estuve en El Pentagonito con la finalidad de fortalecer la alianza académica institucional que mantenemos con el Ejército Peruano desde hace muchos años.
En el discurso de orden evoqué el mensaje que nos dejó el historiador Jorge Basadre en la semblanza que hizo del gran coronel Francisco Bolognesi cuando dijo: “Bolognesi y sus compañeros al inmolarse le dieron al Perú algo más importante que una lección de estrategia; le dieron símbolos nacionales para el alma colectiva”.
Ciertamente, un país se representa por esos símbolos que forman el alma colectiva. La gesta de Bolognesi es uno de esos símbolos del país que sacralizó el deber nacional con su vida en pro de un bien mayor. La acción de Miguel Grau y su lección de sacrificio y respeto por el vencido es otro altar colectivo que tenemos los peruanos.
El Ejército y la Iglesia son dos instituciones que se enraízan en el origen del Estado peruano; por eso, son instituciones tutelares de la patria. El mensaje de nuestros padres fundadores de forjar la unidad sigue vigente. Unidad entre civiles y militares. Unidad entre todos los peruanos.
Sin unidad no hay victoria posible. Lo demostró el gran mariscal Andrés Avelino Cáceres cuando unió los Andes centrales contra el invasor. Como dice muy bien el historiador Parodi, no fueron las fracturas sociales las que determinaron su derrota, sino las fracturas políticas que vivió en plena guerra del Pacífico.
En efecto, en plena guerra —y aun después de ella— el país vivió un profundo encono político, rivalidades extremas entre quienes conducían el Estado y quienes aspiraban a conducirlo. Aquellos bandos y faccionalismos conspiraron contra la unidad que demandaba el país en una situación de catástrofe.
Hoy la historia nos demanda aprender del pasado. La pandemia, la guerra internacional y la fragilidad y caos político que vivimos nos coloca en una situación de crisis permanente y casi al borde de una catástrofe nacional. La llegada del correcto general José Williams a la presidencia del Congreso es una gran oportunidad para forjar esa unidad que nos demanda el presente.
La inversión privada no tiene expectativa ni horizontes de crecimiento, la inversión pública está sumida en el control político y la ineficiencia. El Estado no ha podido comprar urea; y para remediar la situación se propone utilizar guano de las islas cuando la campaña agrícola, que empezó en agosto, prácticamente ya se perdió. Los cambios de ministros siguen a la orden del día. Estamos precarizando el Estado y la factura la pagaremos todos, especialmente los más necesitados.
Si el tiempo cura las heridas, también nos enseña a no repetir el pasado. La clase política debe estar a la altura de lo que nos demanda la historia; de lo contrario deberá asumir que será arrasada por no haber pensado en los símbolos mayores que demanda la patria, esos que nos enseñan que, cuando el acuerdo se traba, lo más importante es tener gestos de desprendimiento y humildad.
La unidad no es una quimera, es una necesidad. Es el eco de la Historia que hoy nos convoca. Cada uno en su trinchera. Si alguien nos pregunta, nosotros estamos dispuestos a servir y con la mentalidad de cumplir siempre nuestros permanentes deberes sagrados con la educación. Recordemos, sin unidad no hay victoria posible.
Fuente: Diario Expreso, columna de opinión, martes 20 de setiembre de 2022