Por Raúl Diez Canseco Terry*
La globalización es uno de los presupuestos imprescindibles del pensamiento estratégico de los emprendedores del siglo XXI. Esto no quiere decir que se deban dejar de lado otros fenómenos y realidades socioeconómicas locales y regionales.
Anthony Giddens, mentor de la llamada Tercera Vía, señala en uno de sus tratados: “En Francia es la mondialisation. En España y en Iberoamérica es la globalización. Los alemanes le dicen globalisierung. La expansión del término es la evidencia misma de los eventos a que se refiere. Cada gurú de los negocios habla de ello. Ningún discurso político puede considerarse completo a menos que lo mencione”.
Si la globalización es competencia, ¿qué hace posible que ésta funcione? La razón es simple, el proceso es algo más que cambios y transformaciones. Va aparejado intrínsecamente con un valor fundamental de la modernidad: la creatividad, valor sustantivo del capitalismo industrial que surgió a finales del siglo XVIII, después de cientos de años de la agricultura feudal.
La globalización anuda al mundo en una red de comercio e inversión, generando un escenario altamente competitivo, donde el lema de las empresas es crecer o morir.
Después de la segunda mitad del siglo XX, el comercio internacional se constituyó en el principal motor de crecimiento de la economía global. En la década de los 90, el rubro exportaciones tuvo fuerte influencia en el PBI del mundo.
Actualmente, la actividad de las empresas multinacionales y transnacionales se manifiesta con fuerza. Estas empresas se han ido transformando en redes empresariales, con plantas de fabricación instaladas en países donde encuentran condiciones políticas, económicas, de infraestructura y educativas para producir bienes y servicios en forma competitiva.
El proceso global influye en las empresas obligándolas a acelerar su expansión. Con más eficiencia, cerrando secciones y trasladando módulos a otros lugares, crean nuevos productos y nuevas plantas.
En el mundo global, cerca del 60% de los negocios internacionales son realizados por empresas multinacionales, incluidas las pequeñas compañías que con tecnologías muchas veces sofisticadas se lanzan a los mercados internacionales.
El libre comercio, la libre movilidad de capitales, la protección jurídica a la propiedad intelectual, el libre flujo de información, de conocimiento y la inversión, son temas centrales del comercio mundial.
En suma: la liberalización del comercio internacional favorece una reasignación de recursos económicos destinados a incrementar la productividad y dinamizar la inversión. El comercio exterior es la gran herramienta para hacer crecer la economía, generar puestos de trabajo y luchar contra la pobreza.
*Extracto de Perú: país de emprendedores. Raúl Diez Canseco Terry. Lima, 2003.